Friday, June 10, 2005

Mi mujer ha dado a luz a mi hermana

"Mi mujer ha dado a luz a mi hermana"


Nos conocimos en la universidad, en el 99. Fuimos de las primeras en estrenar la ley de matrimonio del 2005. Y ya que estrenamos la ley del matrimonio, ¿por qué no estrenar la maternidad femenina compartida?

En 2010 llegó un gran avance en la clonación humana: se consiguió mezclar el material genético de dos personas e introducirlo en un óvulo con éxito. El éxito fue, por supuesto, que de ese óvulo nació un niño totalmente sano. A partir de ahí dos hombres podrían tener un hijo de los dos y dos mujeres podrían tener una hija de las dos. Niña para las hembras, claro está, de dos parejas de genes XX sólo podrían salir más parejas XX.

En 2011 se regularizó la ley que permitía aplicar esta técnica de fecundación in vitro. Y ya que a Inma y a mí nos gustaba estrenar leyes, nos dijimos, ¿por qué no? Después de mucho meditar y discutir y unos cuantos reconocimientos médicos, decidimos que sería ella quien daría a luz a nuestra niña. Algo acerca de mi ovario derecho volviéndose vago decidió por nosotras.

Como puede imaginarse nosotras, madres primerizas, estabamos ilusionadísimas. Nunca nos habíamos imaginado que podríamos unirnos, aunque fuera en una probeta, para crear una personita que fuera un poquito de las dos.

Y nueve meses después ahí estábamos, en el hospital, a punto de tener a nuestra niña. Por suerte el parto fue corto y sin complicaciones y tanto madre como hija se encontraban perfectamente. Aunque debo de decir que la otra madre se encontraba al borde de la taquicardia al darse cuenta de un detalle.

Pegadita al cristal de maternidad llevaba yo dos horas y media de reloj, embobada mirando a mi chiquitina. Porque era mi chiquitina, de eso no había duda, era igualita que yo cuando nací. De hecho... era igualita, pero igualita de verdad.

Una terrible sospecha me despegó del cristal y corrí a compartirla con mi señora, que estaba agotada pero, todo hay que decirlo, más guapa que nunca.

-Pero, Eva, cariño, ¿cómo va a ser en serio un clon tuyo la niña? Se parece a ti, sí, pero me parece que eso es bastante normal, no? Los niños se parecen a sus padres y a sus madres, en este caso a sus madres. Hasta ahí todo normal.

-Que no, Inma, que no... Que te digo que es exactamente igual que yo. Voy a llamar al doctor Ceballos.

-Anda, sí, llama al doctor Ceballos, a ver si así te tranquilizas...

Ni que decir tiene que el doctor Ceballos se negó a creer ni por un momento que mi hija fuera una copia mía. Pero me encontraba yo en tal estado de nerviosismo e insistí tanto que, después de más de hora y media de conversación telefónica, finalmente accedió a contactar con el laboratorio de fecundación. Para "descartar" cualquier tipo de error en la manipulación de nuestros cromosomas. Me imagino que no tenía ninguna intención de hacerlo.

Volví a la habitación de mi mujer, que acababa de dar de comer a nuestra niñita por primera vez y la tenía en brazos mirándola casi con la misma cara de embobada que debía de haber puesto yo en mis dos horitas y media de simbiósis con el cristal de maternidad.

-Estáis de foto. Mi mujer y su hija: mi hermana.

Levantó la vista sonriendo:

-¿Hablaste ya con el doctor Ceballos? Seguro que ahora tengo a dos iguales.

-Sí, muy graciosa, cielo, pero no te rías, que como sea verdad...

-Anda, ven a cogerla y ya verás como se te pasa toda la tontería.

Qué cosita. Me preguntaba cómo podía haber sido yo alguna vez tan poca cosa mientras la llevaba su cunita de plástico de hospital.

-Bueno, podemos operarle la nariz en cuanto le crezca, además de arreglarla ya no se parecerá tanto a mí -dije mientras le acariciaba su minúscula naricita de recién nacida.

Gesto que la despertó, e hizo que abriera esos ojazos tan familiares.

Saqué el móvil del bolso y marqué aliviada el número del doctor Ceballos:

-¿Doctor Ceballos? Sí, soy Eva Martín otra vez. Sí, ya me he tranquilizado, no sé preocupe. Sí, sí, totalmente segura de que no es mi clon -reí aliviada-. Muchas gracias por su paciencia, doctor, y perdone la molestia.

Me despedí y colgué.

-¿Qué -preguntó mi media naranja riendo-, es que no tiene tu nariz?

Siempre tan graciosa, mi mujercita. Saqué a la niña de la cuna y la devolví a los brazos de su madre. Me senté en la cama con ellas dos y repetí la caricia en el hociquito de nuestra hija, que volvió a abrir los ojos. Y, abrazando por la cintura a Inma y besándola en la mejilla dije:

-Tiene tus ojos.

2 comments:

xaxaoc said...

Permiso pa traducir al montañes y poner en el mi blog cuando tenga tiempo? si? s m concede?

Alba said...

permiso concedidísimo, por supuestisísimo