Ahí es cuando todo terminó por fin de empezar, y por fin empezó a terminar todo. Mis amigos habían desaparecido del todo, y mi amor por ella se deshizo por completo. Amor? Suena ridículo llamarlo así ahora. Ni siquiera me atreví a llamarlo así cuando creía que existía.
Mi inalterable tristeza y desdén dio lugar a un nuevo estado de insensibilidad hacia todo lo demás: ira. Algo curioso acerca de la soledad. Cuando se cree estar solo, uno tiende a anularse a sí mismo. Se ciega a sus cualidades y se centra en crear más defectos. Se deprime. En cambio, cuando se está solo de verdad, no hay lugar para la tristeza. Es más, no tiene sentido. No puede existir el miedo. Si no hay nada que perder, no hay nada que temer. Cuando todo es demasiado, y hay demasiado poco de nada, ahí es cuando te das cuenta de lo poco que necesitas.
De lo poco que necesitarías, más bien. Cuando se tiene todo o demasiado, uno se deprime porque no hay nada más que esperar. Cuando se puede tener todo, uno se deprime porque no sabe lo que quiere. Cuando no se puede tener nada, ahí es cuando uno se da cuenta de lo que de verdad quiere. Ni más ni menos de lo que quiere y necesita.
O estás en la ira, o sufres la de los demás, sintiendo el miedo, lamentándote.
De cualquier forma, te sientes un incomprendido, así que no se puede buscar ningun punto medio. Es una pérdida de tiempo.
He decidido convertirme al ascetismo. Ya que no puedo tener nada de lo que quiero, que desde mi posición parece demasiado, la solución lógica parece ser desprenderse de todo lo demás. De esta forma no podré sentir ni ira ni pena. No hay dolor si no tienes nada de lo que preocuparte.
Quizá así alcance el Nirvana.
Gran grupo. Saludaré a Kurt Cobain de vuestra parte, queridos Nadie.
Sunday, March 20, 2005
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