Sunday, December 26, 2004

El Uno, el Dos y el Tres, y sigue contando un poco más

Tres conocía a Una mejor que nadie. Mejor que ella misma incluso. Él actuaba sobre los demás como el superyo de Una lo hubiera hecho si hubiera podido despegarse de su cuerpo.

Una y Dos mantenían una relación tirante. A simple vista eran dos simples "mejores amigas". Si las conocías, juntas, un poco mejor, era prácticamente imposible no notar la tensión entre ambas. Un tira y afloja de las ilusiones de Una dirigido exclusivamente por los cambios de humor y opinión de Dos. Dos era un misterio para Una, de la misma forma que Una sospechaba era un misterio para Dos.

Ambas parecían estar esperando que algo estallara entre las dos, que una u otra hiciera por fin un movimiento. Lo que era más difícil de lo que parecía, ya que, mientras suposiciones e indirectas no faltaban, certezas y movimientos eran inexistentes.

También era Dos quien frenaba los posibles movimientos de Una antes de que estos se produjeran. Cuando eso pasaba Una se hundía, pues eran las posibilidades lo que mantenían su frágil interés en el Mundo.

Uno de tantos golpes bien pudo ser el último. Una y Dos se habían encontrado para que Dos por fin conociera a Tres, pues Una y su superyo se morían de ganas de presenciar el encuentro entre su quasi-alter ego y su siempre-quasi. Dos aprovechó la ocasión para invitar a Cuatro, que empezaba a sentirse sentimentalmente dirigida a Una.

Dos y Una hablaban en un rincón en la semi oscuridad de El Zulo, mientras Tres les escuchaba con su habitual aire medio distraido, sin perderse una sola palabra, uno sólo de los rasgos de decepción que se iban dibujando en el rostro de Una. Cuatro estaba, como era usual, socializando entre los distintos grupos que se habían reunido en el local, mientras una de tantas charlas estaba teniendo lugar entre las dos amigas, donde una de tantas posibilidades -aunque en realidad la misma, siempre la misma pregunta, siempre la misma oferta, siempre el mismo rechazo- había surgido, cuando una de tantas cachetadas emocionales lanzada por Dos alcanzo a una de tantas Unas. Ésta dolió. Ésta parecía más sólida, más objetiva, más fría, más contundente, y sobre todo, más definitiva.

Como otra de tantas veces, Dos se alejó dejando a Una con su herida, pretextando como excusa la partida de billar con Tres, quién había comenzado a alejarse como siempre hacen los superyós una vez ven no hay nada más que hacer allí.

Pasó un rato hasta que Cuatro reparó en la solitaria y cabizbaja Una, sentada en su rincón. Con toda su buena voluntad y sencillez se acercó, sentándose a su lado, para mostrar su preocupación por su amiga Una.

Dos se quedó mirándolas con fingido aire distraído, que no engañó a Tres, pues su mirada se leía como un libro abierto:

-Dos, querida -dijo a sus espaldas con mirada traviesa-, es ahora o nunca.
-Qué?
-La conoces. Sabes que después del hachazo que le acabas de dar, está más asustada y vulnerable que nunca. Y sabes que si no te metes ahora entre esas dos, tú eres la única que lo va a lamentar -explicó Tres a espaldas de Dos, que seguía con la vista fija en Cuatro y Una-. De hecho, no sé ni por qué te aviso. También sabes que no le haces ningún bien a Una. Lo que le das es tan falso que hasta ella lo sabe. Si ahora deja que alguien muestre algún afecto por ella, sabes que va a devolverselo con todo lo que tiene. Una ha estado guardándoselo desde hace mucho, lo sabes. Nunca ha dado realmente todo lo que quiere dar. Si se le habre la posibilidad en un momento en el que...

Tres no necesitó decir más. Dos apareció entre Cuatro y Una en cuanto advirtió ese cambio en los ojos de Una, quién estaba considerando la mirada de Cuatro. Dos sabía que no necesitaba más para romperlo. Efectivamente distrajo los ojos de Una hasta su mirada anterior, esa sin luz pero con el brillo de su yo roto. No necesitó tampoco más que unas palabras para distraerlas a las dos de sus posibilidades. Porque Dos no admitía que hubiera más posibilidades que las suyas para Una, a pesar de que nunca dejaba entreveer sus verdaderas razones o intenciones hacia dichas posibilidades.

Y como una de tantas veces, todo terminó sin terminar, con el desahogo de Una garabateado en una servilleta de papel, que tiró arrugada al suelo de El Zulo mientras salían, sin ocultarlo a Tres, puesto que nada necesitaba ocultarle, le miró regalándole un pequeño guiño. Más turbada de lo habitual, como estaba, esta vez no burló a la normalmente ensimismada percepción de Dos, que, fingiendo -como era lo suyo- haber olvidado despedirse de alguien volvió a entrar pidiendo a sus amigos que esperaran fuera.

Una vez en su habitación, Dos sacó el arrugado desahogo de Una, del que no se había olvidado en todo el camino a casa, agarrando aquel gurruño en el bolsillo del abrigo como si temiera que alguien fuese a quitarle su precioso pedacito de Una -porque por mucho que se empeñara en ocultarlo y emborronarlo con sus dudas, todos sabían aunque no mejor que la propia Dos lo que en realidad sentía, sin empezar a sospechar lo que de verdad quería-, el cual ya imaginaba que estaba dirigido a ella:

"Si estoy sin la posibilidad de tenerte a ti, si estoy sola, no debería tener miedo a nada. Pero sin esa vana esperanza que me das y que me quitas como te viene en gana, me asusta cada sombra que veo. Tengo miedo de que mi vida acabe detrás de esa sombra y muera sola, sin nada, sin tener siquiera tu posibilidad."

Nada más que una alteración tan pequeña, como unas palabras de Tres, pueden haber provocado la gran alteración que esperaban.

3 comments:

xaxaoc said...

Real como la vida misma... Curioso, ¿verdad?

Eso sí, lo he tenido que leer unas cuantas vece, y todavía no lo tengo del todo claro.

Besucos.

Alba said...

Joer nene que prisa te das en leer las cosas, aun no he terminado de corregirlo (posteo las cosas antes, las corrijo después, es una manía).
Ya sabes, es tarde, y decir las cosas de la forma más clara posible salen difíciles de seguir.

Anonymous said...

ya se puede comentar anonimamente en todos los posts